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Por en 6 abril, 2014

Después del Calafate la subida fue rápida, parando solamente para dormir. En Junin de los Andes estuvimos en el mismo hostel «El reencuentro» pero al llegar no había nadie, llamábamos  a Alvaro pero no aparecía, sin embargo estaban las brasas de un asado reciente. Supusimos que estaban durmiendo la siesta así que nos fuimos al súper, compramos unos chorizos y terminamos de usar el fuego. Al rato cayó Alvaro y otros huéspedes. Conocimos a una pareja de argentinos que llevaba dos meses recorriendo el sur. Iban con una camioneta 4×4, comida, agua y gasolina extra y recorrían los lugares más inhóspitos guiados por lo que habían visto en Google Earth. Nos hablaron de lugares increíbles muy inaccesible o incluso dentro de una estancia, porque eso es lo que tiene la Patagonia, que está toda privatizada. En la actualidad Benetton posee 900.000 hectáreas de campo en Argentina, además del director de Pepsi o el dueño de Lay’s. Si quieres subir a una montañita no puedes porque la vaya discurre a lo largo de la carretera.  Sin embargo, estos chicos se colaban o se hacían amigos del gaucho que rondaba las tierras y llegaban a lugares ocultos con géiseres, cuevas pintadas, cascadas escondidas… Cuando me lo contaban me di cuenta de como todos los viajeros vamos por la Ruta 40, sintiendo que recorremos la mítica carretera y en realidad estamos pasando de largo las estancias y la historia que aguardan inexplorados entre la carretera asfaltada y la cordillera de los Andes. En verdad cualquier carretera asfaltada te aleja de las entrañas de un país. Pero no podíamos seguirlos, nuestra rueda trasera estaba lisa y debíamos llegar a San Juan, donde teníamos las de repuesto. No contábamos con que las de tacos durasen tan poco, pero así fue. De Junin seguimos subiendo y quedándonos en los mismos hospedajes. No nos hacía mucha gracia repetir recorrido pero la verdad que cuando volvimos a pasar por el ripio de Neuquén-Mendoza le dije a Juan ¿lo han reparado? por un momento pensé que era otro lugar pero entonces me di cuenta que el miedo que pasé en el primer ripio, es decir en este, ahora era un chiste, es más tuve el lujo de disfrutar del camino, que parecía otro. La experiencia y todos los ripios del sur me hacían ver este como si no fuera para tanto.

Llegamos a San Juan y de nuevo nos encontramos con Juan y Mery, descansamos, disfrutamos y seguimos carretera hacia Chile por el paso de Los Libertadores. Nos hacía mucha ilusión este paso y la subida fue un subidón.  El paisaje muy bonito. Nos impactó el cementerio de los andinistas donde están los restos de algunos muertos en expediciones y de otros solamente algún recuerdo suyo como las zapatillas y una placa con su nombre porque nunca volvieron a casa y nunca fueron encontrados.

Si os interesa el tema, en este enlace un experto os cuenta mejor la historia sobre este lugar: http://www.alpinismonline.com/nalp-notas.asp?id=10492

Un kilómetro después se encuentra el Puente del Inca, un lugar increíble en el que se formó un puente natural rocoso con aguas termales alrededor y se cree que los Incas lo utilizaron como lugar sagrado.

Ah, me olvidaba de contar el suceso del «chorro». Estábamos en la casa de la familia de Mery cuando escuchamos una discusión en la acera de delante. Cada vez era más fuerte hasta que la señora gritó «¡ayúdenme es un ladrón!» y el chorro/ladrón salió corriendo. Detrás de él se fueron el hermano de Mery, Juan y el novio de Mery corriendo por las calles hasta que lo atraparon y lo trajeron de vuelta. Mientras Mery llamó a la policía y en cinco minutos llegaron. Lo metieron en el coche y le dieron un par de tundas. Seguramente al día siguiente el chico salió a la calle. Lo más sorprendente fue que el robo lo hizo a plena luz del día.

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