India

LLEGADA A LA INDIA

Por en 25 febrero, 2016

Después de tres aviones llegamos a Delhi recién amaneciendo. La primera noche la teníamos reservada en un hotel con servicio de recogida al aeropuerto, queríamos que la llegada fuera fácil porque no sabíamos qué nos esperaba.

Hace años alguien me dijo que lo primero que llama la atención al salir del avión en India es el fuerte olor, así que mientras esperábamos para salir yo iba empinando la nariz porque pensé que me impactaria tanto como aquella frase que me dijeron hace tiempo. Pero no fue así, no sentí ningún olor y lo único que me llamó la atención es el cielo encapotado de contaminación y el hecho de que no se veía ninguna mujer por ningún lado, solo hombres con túnicas y turbantes. Estaba amaneciendo con un cielo rojizo y sucio y la imagen de los hombres así vestidos y en ese entorno de neblina se me ha quedado grabada.

 

Al principio del recorrido en el taxi y mirando por la ventanilla pensé que la gente exageraba con India pero ni bien entramos en el centro de la capital empecé a sentir ese olor del que me hablaron, esas vacas por la calle que tanto cuentan y ese caos reinante en cada rincón. Todo es surrealista, en serio. Donde mires hay algo que llama la atención. Hay basura por TODO, lo último de lo último de los residuos, lo que queda después de que vacas, cerdos y perros hayan rebuscado. En realidad es una mezcla de caca de vaca, pis de persona, papelitos del tabaco de mascar que tanto mascan y eso si, escupitajos por todo, y cuidado que no te caiga uno encima.

Como dije en otra ocasión, a la India hay que ir con la mente muy abierta. Las costumbres son otras, la educación es otra, las formas de hacer las cosas, la comida, el trato con la gente y hacia nosotros es otro.

Pero es muy divertido, si te gustan los animales, y con animales digo vacas, perros, cerdos, monos y camellos, te encantará verlos por todo, y cuando digo por todo me refiero a en la puerta del hotel, asomando la cabeza en un negocio a ver si le dan algo de comida, en la vereda donde estas caminando (si tienes suerte de que haya vereda porque suele estar ocupada por coches, motos, carros, puestos callejeros y montañitas de basura quemándose, con un olor, diríamos fuerte), vamos que no es que haya animales en la India es que se CONVIVE con ellos, se comparte el espacio con ellos, y para mi eso es muy divertido, aunque corras el riesgo de patinarte con una caca.

A propósito de tropezarte. El peatón es el último en las normas de convivencia, si es que existen tales normas, y el motorista el segundo último así que hay que ponerse las pilas y prestar mucha atención por donde vas. Salir a caminar es todo un desafío, en serio, cuando digo que hay que ir con la mente abierta digo que cuando tengas que cruzar una calle crúzala sin pensar y MUY IMPORTANTE sin dudar, sino el que va en vehículo puede no calcular bien la trayectoria de velocidad y distancia y llevarte por delante, así que, aviso: se cruza la calle a una velocidad constante con paso firme y sin mirar a los lados (ESTO SE APLICA TMBIÉN A VIETNAM). Ellos os esquivarán.

Varias veces salimos a dar una vuelta por el pueblo donde estábamos y al rato teníamos la sensación de «¡por qué no hemos salido con la moto!». Desde la moto se ven más cosas (sobre todo el copiloto :b ) o se ven mejor porque caminando debes ir al tanto de no pisar cacas, de que no te atropellen o te pisen con una rueda, hacer fotos, mirar las cosas que venden, probar comida, saludar a la gente que te ve y en seguida te dice «Hello, what country?» y de verdad que es un estrés. Eso si, caminando también te llevas sorpresas, como de repente un templo enorme en medio de la acera o un árbol lleno de veneraciones.

Aunque en moto tiene lo suyo, no penséis que es un viaje relajado. Yo le decía a Juan «a ver si el próximo pueblo es un poco más tranquilo» y mientras pasaban los días cambié la frase a «bueno, el próximo pueblo tranquilo será en casa» porque de verdad que no hay respiro, es tensión, ruido, gente, en definitiva KILOMBO, unas 20 horas al día. Por eso hay que ir con ganas de marcha, nada de relax, por lo menos en Rajasthan. Lo curioso es que es una adrenalina tan buena que al final vuelves a casa quemado pero por alguna extraña razón quieres más. No es de extrañar que haya gente enganchada a este subcontinente.

También hay que tener paciencia porque todo se hace a otro ritmo y en algunas tiendas te ofrecen un te chai para acompañar el rato. Cuidado con el chai, está bueno, pero a veces lo compran en un puesto de la calle que usa agua del grifo y puedes acabar corriendo hacia el hotel… ejem, no lo digo por nadie…

La primera noche nos deparaba una sorpresa que cambiaría el rumbo del viaje… y la cuento aquí, si quieres saber un poco más.

¡Saludos!

 

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