Centroamérica

COSTA RICA, PURA VIDA

Por en 17 julio, 2014

Cuando entras a Costa Rica desde Panamá debes pagar un seguro obligatorio (SOAT), el mismo que en Colombia, con la diferencia de que en Colombia lo haces en un supermercado (EXITO o AL KOSTO) una vez estas en el país. En Costa Rica si no lo haces en la frontera no entras. Otra diferencia es que no puedes pagar el mínimo (un mes) sino que tienes que pagar 3 meses aunque no lo vayas a necesitar. El precio es de 26 dólares y también debes hacer varias fotocopias en la frontera. Se recomienda tener ya hechas del pasaporte, pero no te libras de hacer otra del seguro y del papel de aduana. A nosotros nos pidieron la cartilla de la vacuna de la fiebre amarilla por haber estado en Colombia hacia menos de 6 días. Pero me consta que no a todos se la han pedido. Por suerte la teníamos de otro viaje.

Es cierto eso que dicen que en las fronteras centroamericanas no solo se paga mucho sino que se tarda mucho en cruzar, por ello es mejor ir con tiempo no sea que se haga de noche.

Después de ese trámite fuimos directo a playa Dominical donde pasamos una noche en un hostel pero durmiendo en carpa. La playa es destartalada y llena de cocos. También es ideal para los surfistas, como casi todo el Pacífico. La primera impresión de Costa Rica es que realmente es muy verde y frondoso y que realmente hay muchos norteamericanos y canadienses. Lo bueno de los hostels con surfistas es que el ambiente es mucho más tranquilo, por la noche no hacen fiestas sino que que se quedan tranquilos conversando o tocando la guitarra y por la mañana madrugan para coger olas. Son gente sana y amable y cuando hay que compartir habitación eso de agradece.

Después quisimos ir al Parque Nacional Manuel Antonio pero con tan mala suerte que estaba cerrado (cierran los lunes en temporada de lluvias). En Playa Dominical conocimos a un ex militar escocés recién retirado que se había tomado un año sabático para viajar con su Triumph Tiger desde Ushuaia hasta Alaska. Empezó el viaje hace 4 meses también y desde Buenos Aires, haciendo el mismo recorrido, pero hasta ahora no nos habíamos cruzado. Así que como Manuel Antonio estaba cerrado nos fuimos con él hasta La Fortuna, en el volcán Arenal. Pasamos el día rodando juntos y al día siguiente se fue. Nosotros nos quedamos porque no quería irme del país sin haber visto ranitas de colores y sabia que ese era el lugar indicado.

Después de hinchar las bolas con las ranitas (como dice Juan) pude contactar con un guía local amigo de un amigo y nos hizo un súper precio para llevarnos a la noche a ver ranas de colores 🙂 Al final a Juan también le gustó el paseíto. Si es que son unos animalitos increíbles, tan pequeños y con esos colores. El guía, William, un amor de persona que había crecido en la selva, emitía un sonido al que las ranas respondían, así sabia donde estaban y las cogía con la mano.

También nos enseñó las plantas medicinales, entre ellas una con un olor muy familiar: ¡réflex! era el árbol de donde hacían el spray para los músculos. Si es que la naturaleza es sabia. Fue una experiencia preciosa aprender de los conocimientos de William y tener las ranitas en la mano. Cuando se mueven me recuerdan a esas gelatinas que las tiras y se pegan en la pared. De pequeña las regalaban con alguna chuchería. (Contacto de William: 50688455588, su hermano también es guía local)

En La Fortuna cenamos en el mejor sitio italiano de la región Anch’io donde nos pusimos al día en vino tinto, pizza y ensalada (se agradece algo así de vez en cuando) y donde disfrutamos de la compañía del dueño, un chico encantador, amigo de una amiga.

De ahi nos fuimos a Puntarenas y tomamos un ferry hasta Paquera, en el pacifico (tarda 40 min. y cuesta unos 10 dólares los tres). De ahí a Mal País, donde nos quedamos una semana conociendo algunas playas de Costa Rica. La verdad que son todas muy verdes, nada construidas y con muchos cocos. El ambiente es de surfistas. Y también vimos muchos monos, iguanas, mariposas… ah, con William también vimos osos perezosos de dos y tres uñas (no sabíamos que había de varios tipos). No nos quedamos mucho más porque no es barato ni comer afuera, ni hacer la compra, ni el agua, ni los cigarrillos, ni la gasolina…

Así que ahora estamos en Nicaragua donde los precios son un poco más bajos y el ambiente muy relajado también…

Ah, al salir de Costa Rica hay que pagar 7 dólares por persona. 🙁

 

 

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